¡Cuántas veces nos habremos oído decir: Eso lo he escuchado mil veces, siempre lo mismo¡¡
Y es que todo aquello que no se soluciona, todo lo que no se sana, todo lo que no se enmienda, se repite en nuestra vida, una y otra vez, hasta que lo solucionemos, lo sanemos o lo reparemos.
Realmente, somos cansinos.
Nos aferramos a nuestros supuestos «problemas» (sí, entrecomillado, porque, en realidad, los problemas no existen) como si ellos fueran los que nos hicieran sentir que estamos vivos, que somos alguien.
Estoy de acuerdo en que, desde que nacemos, se nos enseña que para conseguir algo se necesita de un gran esfuerzo, que mientras mayor sea el esfuerzo mayor la recompensa, que nada es gratis, que vivir en nuestra sociedad necesita de una gran capacidad para sortear los grandes obstáculos que vamos a tener y todo se nos muestra como una retahíla interminable de problemas a solucionar.
Sí, estamos predispuestos a quedarnos en ese estatus perpetuo de problemas sin solución, insalvables, predispuestos a observar exclusivamente las dificultades, los impedimentos.
Pero, ¿qué cuesta cambiar el chip, por qué no damos la vuelta a la tortilla? Si en nuestra vida los episodios se repiten, si vemos cómo los obstáculos no nos permiten continuar, por qué no damos la vuelta y vamos por otro camino?
Estamos viviendo en un mundo ilusorio, donde el tener es lo único importante: tener dinero, tener trabajo, tener una casa o dos, tener un coche, tener un ordenador, tener, tener, tener. Si tienes, entonces, eres feliz. Si no tienes, eres un pobre desgraciado. ¿seguro?
Cuando decidí hace años aniquilar todos los condicionamientos sociales, educacionales, familiares, etc que formaban mi personalidad y empezar de cero, se produjo un gran vacío dentro de mí por supuesto que, más tarde, se fue llenando a través de nuevos pensamientos, opiniones, sentimientos y emociones que he ido y continúo adquiriendo a través de la experiencia.
En aquel vacío, lo único que podía hacer era observar la naturaleza, vivir en el campo me ayudó en ese cometido. Durante la observación venía a mí repetidamente esto:
¿Qué me diferencia a mí respecto al resto de seres vivos que hay en la Tierra?
¿Por qué el árbol crece y acepta el cambio de las estaciones como si fuera uno con el ritmo? ¿Sufre el árbol o la planta la falta de agua o simplemente acepta la sequedad como parte de su desarrollo? ¿Se preocupa el árbol en si tendrá mañana suficiente comida?
Y los animales, ¿cómo pueden verse tan felices aquellos pájaros cuando está amenazando una fortísima tormenta? ¿qué preocupaciones tienen?. Comen, anidan, y disfrutan de la vida.
¿Acaso yo no tengo derecho a sentirme como el árbol o el pájaro?.
Las plantas y los animales no tienen por qué preocuparse, la naturaleza es uno con ellos y la naturaleza les aporta todo aquello que necesitan. Nada tienen, nada poseen y, sin embargo, todo vive en armonía, amor y felicidad.
¿Acaso no aporta la naturaleza lo mismo para mí? ¿Acaso no me brinda la naturaleza cobijo, alimentos y materia con qué arroparme? ¿Acaso yo no tengo oportunidad de gozar de esa armonía, ese amor y esa felicidad?
¿Qué me diferencia? La mente.
Mi mente estaba llena de basura, de condicionamientos, de normas estúpidas, de ideas egoístas, de apegos…
No se puede disfrutar de un hogar cuando se quiere un hogar mejor, no se puede disfrutar de la brisa del aire porque enreda tus cabellos, no se puede disfrutar de tu familia porque los problemas ocupan tu tiempo, tu mente y tu corazón, no puedes disfrutar de tu dinero porque te has metido en demasiados pagos para ….tener.
Nosotros mismos somos quienes nos obstaculizamos, quienes no nos permitimos disfrutar de lo poco o mucho que tenemos porque todo es insuficiente.
Estamos aquí, con el mismo objetivo que un animal o una planta, ser felices. Y, sin embargo, hemos sido traicionados por una mente amaestrada con malas artes.
¿No es hora de cambiar el chip? Aún crees que debes continuar con tu vida reviviendo las mismas situaciones, aún crees que tu camino es ese que se perfila tortuoso? ¿Acaso el perro se obsesiona con una pared en su afán de salir a la calle o el pájaro se obceca en volar durante la tormenta?
Nosotros sí lo hacemos. Abre los ojos, abre tu mente. Despierta.
Si en tu camino hay obstáculos, da la vuelta, anda otro camino. Y ten la seguridad de que ese otro camino te traerá mayores recompensas que el que dejas.
Si en tu vida se repiten los mismos consejos pregúntate ¿por qué? ¿No será que te has quedado bloqueado y no permites otras soluciones?
Creo que es hora de que revisemos nuestro pasado y nuestro presente, enmendando y tomando nuevas iniciativas podremos tener un futuro feliz.
Escuchad a vuestro corazón, dadle poder. Al final, la mente trabajará para él y no nosotros para la mente.
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